Slow Life: cuando vivir más despacio (y feliz) sí es posible

No te engañes. Las prisas, el estrés y la aceleración del día a día no te lleva a nada bueno. Nos hemos acostumbrado a un ritmo frenético y un día lleno de rutinas que te aportan menos de lo que crees. Afortunadamente, cada vez son más las personas que prefieren echar el freno y descubrir todo lo que aporta el movimiento Slow Life. Este término, que se traduce como vida en calma, es algo más que una tendencia o moda pasajera. Todo un estilo de vida que se abre paso en la sociedad a pasos agigantados para volver a conectar con nosotros mismos. Ha tenido que llegar una pandemia mundial para darnos cuenta que habíamos perdido el control de nuestra vida. Y sí, vivir más despacio y feliz es posible.

Qué es el Slow Life

El Slow Life surge como un modo de vida que nos propone reconciliarnos con nuestro presente, saborear cada instante y atender a nuestros ritmos naturales, recuperando nuestra sensibilidad lejos del caos frenético que impera en nuestro día a día.

Su aparición se remonta hasta los años 80 cuando, en Italia, Carlo Petrini lanzó un manifiesto para frenar el auge de la tendencia fast food. Aquella decisión por alertar a la sociedad sobre la falta de interés por la nutrición saludable y su deseo por impedir que las tradiciones gastronómicas más arraigadas desaparecieran, ha encontrado a miles de entusiastas en todo el mundo que que abogan por un ritmo de vida más pausado con el que ser dueños de su propio tiempo. Tanto es así que, desde entonces, se ha introducido esta cultura en diferentes sectores como la moda, el turismo o la odontología, de quienes somos pioneros y creadores de la Odontología Slow. Así pues, formar parte del Slow Life implica recuperar el control de nuestras vidas, rechazando todo aquello que nos pueda generar estrés y angustias prescindibles.

Los beneficios del Slow Life

¿Es necesario que suframos los efectos de la aceleración y el estrés para plantearnos frenar el ritmo? Esta pregunta nos lleva a reflexionar, especialmente por el momento que vivimos. La pandemia mundial decretada en el año 2020 llevó a muchas personas a tomarse la vida de otra manera, a tratar de vivir más el presente y los detalles que realmente llenan nuestra vida. En muchas ocasiones, el golpe de realidad nos llega cuando ya llevamos mucho tiempo sin prestar una atención real a aquello que nos rodea. Seguramente tú también has tenido la sensación de que la vida te pasa por delante casi sin darte cuenta y has repetido aquello de «no sé ni en qué día vivo».

Cada vez somos más las personas que creemos innecesario esperar a padecer las consecuencias de la cultura de la prisa para cambiar nuestra manera de relacionarnos con el presente. En esencia, el Slow Life o Slow Living propone hábitos de vida más acordes con nuestras verdaderas necesidades y, por ello mismo, más respetuosos con nuestra salud tanto física como mental.

La ciencia ha demostrado que bajar el ritmo tiene numerosos beneficios, entre ellos, frenar el estrés y sus patologías derivadas tales como la hipertensión y la ansiedad. En el ámbito de la odontología, el bruxismo y las aftas son enfermedades que, en muchas ocasiones, esconden problemas de ansiedad. Y es que, por sorprenderte que te pueda parecer, las emociones también afectan a tu salud bucodental. Si crees que tu boca puede sufrir las consecuencias de tu ritmo de vida, visita tu dentista de confianza y no pongas en riesgo tu sonrisa.

Espacio slow de la Clínica Dental Francisco Lebreux de Valdemoro.

Cómo practicar Slow Life y llevar otro estilo de vida

El Slow Life requiere de ganas de cambiar y de integrar una nueva actitud, en la que seamos nosotros quienes elijamos en cada momento, entre la opción propuesta por la sociedad u otra en la que tanto nuestra salud como nuestra vida personal y social se vea beneficiada.

Si sientes que todo va demasiado deprisa, que te estás perdiendo momentos con tus seres queridos, que el trabajo y las obligaciones te absorben y no sabes por dónde iniciar el cambio hacia una vida en calma, aquí te dejamos algunas ideas que puedes empezar a poner en práctica.

Cambia el chip

Para adoptar el estilo de vida Slow Life, debemos desechar la idea de tener que estar constantemente ocupados, conectados y mantenernos productivos. Tener tiempo para ser improductivos, perezosos y no hacer nada, es igual de importante.

Di adiós a las prisas

Evita hacer las cosas por rutina o por inercia. Escucha tu voz interior para ser consciente de si estás haciendo o no aquello que necesitas en ese justo momento. No tienes por qué seguir ritmos que no son los tuyos. Descubre tu ritmo, síguelo, trabaja y vive acorde a él.

Compensa los momentos de estrés

En un mundo que gira a toda velocidad es casi imposible no sucumbir a la prisa, por lo que muy probablemente habrá momentos en los que tus ritmos se verán afectados. Cuando esto ocurra y te sientas agotado, intenta equilibrarlo con actividades que fomenten la pausa y la relajación; el yoga, mindfulness o actividades manuales como la cerámica y la pintura pueden ayudarte a conectar con el presente.

Conecta con la naturaleza

La naturaleza tiene un ritmo propio que nos ayuda a conectar con nuestro interior y a calmarnos. Estar en contacto con elementos naturales, practicar deporte al aire libre y respirar en un entorno alejado del bullicio es una excelente manera de poner en práctica los principios del Slow Life.

Tecnología responsable

La tecnología está presente en muchos ámbitos de nuestra vida. En muchas ocasiones nos permite ahorrar tiempo o mejorar procesos, pero no siempre. Utiliza los aparatos tecnológicos con responsabilidad, pon límites y, sobre todo, no permitas que te controlen los momentos en familia o con tus seres queridos. ¡Silencia el móvil!

En definitiva, el Slow Life nos ayuda a avanzar en nuestras metas con las ideas y objetivos de vida mucho más claros, de una manera constante y dándonos espacio para la pausa y para abrazar nuestras propias necesidades. Encuentra tu propio ritmo y… ¡no te olvides de sonreír!

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