El uso de la mascarilla ha llegado a nuestras vidas para quedarse, al menos durante un tiempo. Su uso es obligatorio tanto en la vía pública como en recintos cerrados como mecanismo de protección frente a la covid-19. Se ha convertido en un complemento más que nos acompaña conforme salimos de casa, aunque desde el primer día se ha puesto de manifiesto los nuevos problemas de comunicación. La imposibilidad de vernos la sonrisa como de costumbre nos aleja de visualizar gestos, expresiones o la propia belleza de la sonrisa del que tenemos delante de nosotros. Por suerte, varias empresas han diseñado mascarillas transparentes para que la nueva normalidad no sea incompatible con el intercambio de sonrisas. ¡Porque no sabemos ni queremos vivir sin vernos las sonrisas!
Mascarillas transparentes, sostenibles y tecnológicas
Estos modelos de mascarillas transparentes nacen por varios motivos. Son totalmente seguras y reutilizables y van dirigidas especialmente a todas aquellas personas que, por su contacto directo con el público, se ven en la necesidad de llevarlas puestas durante toda la jornada laboral. Hablamos, aparte de los sanitarios, de trabajadores en restaurantes, supermercados, hoteles o, incluso, colegios. Y por supuesto, para todos aquellos que quieren volver a vivir rodeados de sonrisas.
Lucir la boca y los dientes forma parte de nuestra interacción social y de nuestra felicidad. Por ello, la empresa española Maskall, ubicada en Estepona, es una de las que se ha lanzado con este producto. Propone estas nuevas mascarillas transparentes como una nueva forma de sentirnos seguros sin perder nuestra expresividad, sin olvidar quiénes somos y sin barreras. Una nueva forma de acortar, en la medida de lo posible, las distancias que nos impone esta nueva realidad. Están fabricadas con materiales de alta calidad y propiedades antibacterianas. Aparte de que su montaje es fácil e intuitivo, son compatibles con el uso de gafas.
Su material transparente se ajusta sin problema a la cara para cubrir nariz y boca sin necesidad de ocultarlas, permitiendo así un contacto más cómodo y agradable con el resto de personas. Además de esta ventaja, contamos con otras, como, por ejemplo, el no tener que retirar la mascarilla a la hora de acceder a una app del teléfono para todos aquellos que dispongan de desbloqueo facial en su dispositivo móvil.
Por otro lado, el diseñador español Álvaro González ha creado junto a su equipo en Italia la primera mascarilla transparente, segura, tecnológica, sostenible e inclusiva. Ya que han llegado para quedarse, esta mascarillas denominada Cliu facilita la comunicación y es respetuosa con el medioambiente. Además está equipada con bluetooth, micrófonos y sensores que nos permiten controlar el estado de la respiración y la calidad del aire mediante nuestro dispositivo móvil. Eso sí, no son aptas para todos los bolsillos.
Humanizan el servicio
A su vez, el Instituto Tecnológico de Lausana (Suiza) lleva dos años trabajando en un proyecto parecido. Su principal propósito es fabricar mascarillas de triple capa con un material transparente que deje ver a los pacientes la expresión facial de los sanitarios. Por otro lado, también que permita filtrar el aire para prevenir la difusión de bacterias y virus. Se trata, afirman, de humanizar esta situación lo máximo posible creando una mascarilla que, además de transparente, sea transpirable. Además, las fibras que la componen son biodegradables en un 99% por lo que son sostenibles y no favorecerán al problema de contaminación que está suponiendo esta emergencia sanitaria.
Aunque esta nueva situación resulte, en ocasiones, desesperante por tener que llevar mascarillas cuando estamos en contacto con más gente, es esperanzador que existan iniciativas de este tipo que tratan de humanizar un hecho que ha cambiado nuestra forma de vivir y de entender las relaciones en sociedad.
Como creadores de sonrisas, desde Clínicas W estamos seguros de que este tipo de mascarillas facilitará nuestras relaciones profesionales y sociales. Ni podemos ni queremos vivir sin vernos las sonrisas.
